jueves, 8 de marzo de 2007

Otro caballero

Un caballero, también de grandes esperanzas, decidió que su vida tenía que terminar a los 50 años justos. La decisión la tomó, paradójica, accidental e intempestivamente, el día que cumplió justo 25 años. Decidió que viviría su vida de manera hedonista, habiendo leído las biografías de grandes personajes que, durante su corta vida, habían hecho frugacidades al colmo del éxtasis, de bordear, cruzar y recorrer las fronteras que las sociedades occidentales se habían dibujado por siglos. A unos días de cumplir 25, el caballero decidió que la corte era una isla a la cuál tenía que llegar. Las inclemencias de la vida cortesana le obligaron a cambiar los aspectos más básicos de su cotidianeidad: despertarse antes del amanecer para preparar los recipientes con perfume, las palanganas con agua extraída del manantial de Wore, preparar el nuevo traje que el sastre O’Higgins le habría confeccionado apenas una semana atrás. Desayunaría un té negro con algunas flores que la señora Karl le servía y miraba a través de la ventana las extensas alfombras de la verde campiña. Le gustaba vivir en una imagen pictórica. Le gustaba adivinar acertijos, jugar al catch a thief, las reuniones con té, licores y elucubraciones detectivescas en torno a un asesinato ficticio. Un día, la mujer del caballero de 30 años y grandes esperanzas, decidió ser la víctima ficticia. El caballero, que sufría de dolores de cabeza después de algunas copas ingeridas, decidió esa noche ir a dormir un poco temprano, aunque fuera en contra de su filosofía: Memento mori. Eso había soñado la noche anterior: caminaba, entre lodo y frío, entre tumbas, buscando. Llegaba a una que tenía su nombre grabado y la locución: Memento Mori. Dios altísimo, pensaba. Las reuniones con Madame Reins y su séquito solían terminar a la salida del sol del día siguiente. La mujer del caballero esa noche fue víctima de un asesinato brutal. Durante 5 años el caballero de grandes esperanzas no pudo volver a amar a otra mujer. Se encarcelaron a algunos culpables, otros huyeron. El caballero se mudó de país. Había traficado lo suficiente para vivir con acomodo, lejos. En París conoció poetas, putas y filósofos. Descubrió que su sexualidad podía ir más allá de las putas y optó durante un tiempo por los poetas...

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