jueves, 8 de marzo de 2007

Instantáneas de un desierto

1
Un día vino un señor y pidió una cerveza, caliente. Todos lo miraron, con esos ojos que sudan en el calor del desierto. Nadie, en su sano juicio, haría eso. Alguien habrá pensado en el peyote. La señora de las tortas se rió, discretamente. Las moscas zumbaban y su vuelo se asfixiaba, entre un olor a carne seca, coca cola hirviente y el asfalto, afuera, en ebullición. El señor de la cerveza caliente se sentó, sudando ríos, desfalleciendo. Alguien se acercó al hombre y miró su cabeza, que ya descansaba sobre sus antebrazos y estos sobre la barra. Un leve hilo de sangre dejaba un rastro por su nuca y goteaba ya en el piso.

2
El hombre se detiene a la orilla de la carretera. Apaga el coche. Sale. Sus gafas oscuras reflejan el sol, los eternos horizontes de arena, las cactàceas. Suspira. Entra en el desierto. El sol y sus infinitas partículas se estrellan y alojan en su piel, que ya ennegrece. Escucha el serpenteo, el silencio. Escucha un motor acercándose. Voltea. Mira a los hombres de la camioneta negra, aparcando junto a su coche.

3
A más de 100 km/h

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