lunes, 21 de marzo de 2011

Un poema para Guille

No hay rincón en la tierra que pueda huir de tus ojos.
Tu mirada tiene plumas, tiene una voz desde muy lejos.

lunes, 25 de octubre de 2010

Mudanza a twitter

Nos leemos en www.twitter.com/otrocuentocorto.
¡Gracias, muchas gracias!

lunes, 12 de julio de 2010

'Cause this was Africa

Morelia, una habitación. 11 de Julio.

Creo que solamente yo, y tal vez alguien por ahí en el mundo, pierde su cartera en la calle, manejando una motoneta, camino a ver el partido final del Mundial. Llego tarde y entre llamadas a bancos y números de cuenta veo que Holanda pega mucho y el primer tiempo ha avanzado en cero a cero. Todavía resuena, con un eco que se rehusa a alejarse para siempre, la última jugada del partido por el tercer lugar, ese que nadie quiere jugar pero que tantos quisieran, desde sus casas, haber jugado. Diego Forlán, al minuto 93. Tiro libre a unos suspiros del área. El balón pega en el horizontal y termina el partido. Son, tal vez, mejores los finales de frustración. Forlán fue casi héroe del pase a la incertidumbre que son los tiempos extras. Terminó siendo un personaje de los hermanos Coen, que casi triunfa. Eso fue ayer. Hoy termina todo. ¿Qué volveremos a saber de África? Notas que vengan en la sección más diminuta de otra sección llamada “Mundo”. De África, antes de ser develada tanto waka-waka, se sabía por Casablanca, National Geographic, El Extranjero de Albert Camus, Césaria Évora, Römmel, las fotografías de postal de algún amigo que “tuvo la oportunidad” de ir y los mapamundis donde la ubican en el centro, como primer punto donde la vista se detiene. El primer tiempo va terminando, con algunos suspiros y un par de uñas ibéricas en los dientes. Algunos polvos de los lodos del México-Uruguay regresan: si hubiera pasado México en primer lugar de grupo hubiera evitado a Argentina y tra... la la. Echando más levadura al hubiera, hay un remotísimo escenario donde la playera no fuera azul sino verde. El hubiera no existe, cierto, pero cómo enciende la imaginación. 11 de Julio. 2064 años de la victoria de Pompeyo sobre Julio César... pero no su aniquilamiento. Pompeyo no termina del todo su victoria y deja vivo a Julio César. Luego vendría el revés. Casi desde entonces hay que matar al enemigo. ¿Se repetirá hacia el 2o tiempo esa falta de aniquilamiento? ¿Por qué hemos padecido tan mal arbitraje, tanta patada (ya es el segundo tiempo) y por qué se murió un reportero y por qué Holanda y España juegan una final inédita? Ya lo dijo Shakira hasta el cansancio: Porque esto es Africa. Mañana por fin dejaremos de escucharla. ¿Sirve una queja más sobre la batahola popera colombiana? Justamente Shakira, al principio de su carrera, cantaba en otra melosa canción, que por cierto robaba la base de percusiones de High and Dry de Radiohead: si es cuestión de confesar, no sé preparar café y no entiendo de futbol... Paradojas del mundial que se jugó en un país campeón del mundo, pero de rugby. El viejo y gran Mandela pudo acompañar al Soccer City por unos momentos. Tal vez, tras un largo bostezo, recordó con nostalgia aquella otra final, que él tanto alentó. Minuto 61. Por fin late el corazón. En el futbol rápido se llama shoot out. El delantero va sólo frente al portero. Aquí se llamó mano a mano. Iker Casillas, aunque sea del Madrid, es grande. Muy grande. Con el último pelo de su pie derecho salva el orgullo de 17 comunidades autónomas. Minuto 70. No nos acostumbramos a que alguien como Eljero Elia entre con playera naranja. Re-holandés. ¿Cuántos países europeos llevarán en este momento hordas de migrantes ilegales en barcos, de regreso a Africa? ¿Cuántos los aventarán al mar? ¿Cuántos darán nacionalidades futbolísticas por minuto? ¿Cuántos seguirán señalando a España como el Norte de África?Sigue golpeando la naranja. Golpea la furia con pase tras pase. ¡Que se joda el Fair Play! le dicen a la FIFA los holandeses: acá juega el coraje y trastabillar al enemigo, bombardearlo, España casi no es europea. Iniesta una y otra vez busca sacarse un conejo del sombrero. Me recuerdan el parecido fonético entre este gran Iniesta y un familiar, Jorge Iniestra, que fue portero profesional. Por pudor no puedo revelar en qué equipo jugaba. Minuto 82. Robben es impedido por el digno campesino del Barça, Carles Puyol y evitado por completo por el madridista Iker Casillas. Una toma de los banquillos muestra a otro exmadridista, expulsado hace años: Vicente del Bosque. Sonríe. Sonríe con una confianza envidiable. Ha leído las cartas, viajó al futuro. Algo sucederá. A cuentagotas vienen las emociones para el tiempo extra, después de haber librado la batalla en un campo minado. La estadísticas revelan tarjetas amarillas y faltas. Contamos goles en finales de mundiales, en mundiales por completo. Contamos jugadas que se asemejen a Moisés separando las aguas o a Shaquille O`Neal reventando un tablero o a Neil Armstrong depositando su pie en un suelo lunar. No hay milagros, ni grandes jugadas ni sucesos fuera de éste mundo. Los mejores finales no están en la final. El peor mar para que un batallón navegue es el de la incertidumbre. La boca saliva cada vez que el balón pasa cerca. El hartazgo de la sequía busca que cualquier meta un gol, antes de llegar a la playa de los penales. Y entonces Fábregas, que ya se había tragado su más amarga saliva por no compartir el balón, lo comparte con Iniesta, que como todos tiene dos pies. Uno para recibir. Otro para gritar: ¡estoy hasta los putos cojones! España levanta las manos. Tal vez los sanfermines, entre encerrona y encerrona, también. El gol sabe a agua en el desierto. Ya no quedan muchos minutos. El tren va quedándose sin carbón y se cierra la caldera. El olvidable árbitro parece que pitará. No merece ser recordado por su nombre. Una cámara atiende a Iniesta desde el cielo. Levanta las manos. Espera. No pita el árbitro... y entonces se abre el cielo para Iniesta. El campeón, como cualquiera que por fin ha terminado con sus dudas, puede descansar. Se abrazan Iker Casillas, guardabosques del Madrid, con Carles Puyol, guardafaros del Barcelona. Tiempo de sonreír, en tiempos de crisis. Todo volverá a ser dudas, especulaciones, preguntas y cómo quisiéramos que no faltaran cuatro años. Hoy es domingo de tirar las supersticiones por la borda, echar las anclas y bajar a puerto a comer pulpo Paul a la gallega. Que se entere toda Europa: ganó España, ganó el Norte de Africa.

miércoles, 7 de julio de 2010

Martes de realeza, Miércoles de Fe (2a y final)

2.Todos somos alemanes

Sala de edición en la Ciudad de México, Miércoles 7 de Julio

Hace varios mundiales un querido amigo, que seguramente no leerá esto, recordaba una transmisión donde el “narrador” compartía brevemente el micrófono con un colega colombiano. Recordó lo escueto y árido de sus comentarios. Y nunca más se volvió a interesar por Colombia, salvo por alguna que otra jugada o jugador. Hasta que años después su esposa fue a tomar un curso de capacitación a Colombia. Entonces sí preguntaba, cómo eran los colombianos, sus estrategias de conquista. Será que sólo la amenaza provoca realmente interés. Y la amenazada, al inicio del partido, es España. No entiendo por qué es el rumor popular, si era favorita al inicio del torneo. Será que me gusta ir en contra, pero siempre tuve a España como segunda favorita. En el 2004, en una manifestación en Santiago de Compostela, tras el 11-M, escuchaba a algunos chavales que hoy tendrán 20tantitos cantando: ¡España, unida, jamás será vencida! Un hombre calvo comentó, a su cruce, con otro hombre canoso, que hoy tendrán 60ytantos: ¡España unida jamás será España! Una pausa mediática: Bien manchado queda el “honor” mexicano. Gracias a Televisa, el LA Times mete un gol fantasma: El programa matutino de Televisa es racista. Vociferan los reclamos, las voces que olvidan cómo tratamos a los pueblos indígenas: María, inditos, güares... you name it. Fin de la pusa mediática. Por fin comienza el partido pero sólo yo estoy nervioso/ansioso y palmo las manos. ¿Por qué los mayores de 40 años no brincan y se emocionan? Un día Guillermo Samperio me dijo, con su vasto humor, que cuando joven había conocido a un viejo gruñón y gris y que el se prometió no ser nunca como él. Espero seguir sus pasos. Al minuto 4 alguien se mete al partido. Un nuevo perturbador. Un hincha loco. Pero la FIFA, que es lo más parecido a un opresor estado panteístico, ha decidido que las cámaras no reproduzcan en grande a esos intrusos. Así no ganan fama. Así nadie ve mas que a un hombre lejano siendo arrastrado por guardias. También oculta los robos, la falta de pagos. Aquí no hay pobreza, no hubo apartheid, aquí no explota Europa África y no hay extremas injusticias. Aquí no pasa nada. Termina el primer tiempo. Para unos es increíble que el país de la farmacéutica Bayer, la que prueba medicamentos en Africa, no haya terminado con goles de ventaja. También fue increíble que perdiera con la pequeñita Croacia. Para otros es increíble que Villa no haya anotado. Estos otros son pocos. La defensa tiene un muro peor que el de Berlín, un alemán de piel oscura, Jerome Boateng. Una y otra vez, aún con comentarios sorpresa, Alemania, por su historia, por su dureza, por ese tiro del polaco-germano Podolski sigue siendo favorita... y entonces el gol de Carles Puyol. El veterano. El de Barcelona. Al 73. De cabeza. Sí, efectivamente: cagarse en la hostia y santiguarse al mismo tiempo ha servido de algo. Alemania tiene que hacer algo. Reacciona como un gran navío sobre el cuál sí puede caer un torpedo. Entra un sustituto de Alemania: Mario Gómez. Sí, Mario Gómez. Padre español, madre alemana. ¿Habrá escuchado Joachim Löw que pa' que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo? La insistencia lleva a España a defender y buscar balones alocados, pero certeros, que quiten el aliento, que hagan vomitarlo todo en una carrera por la vida llamada contragolpe. Y Pedro Torres la hace. Quedan todos atrás. Tiene a un lado a Fernando Torres. Dos Torres frente a un portero que quisiera no tener que sufrir eso. ¿Jaque mate? No. Torres, de nombre Pedro, prefiere atragantarse y no vivir con la certeza. El que come y no convida... España unida, jamás será España. Llegan los 90 minutos y el húngaro (árbitro, no apodo) extiende 3 minutos el suplicio. Torres no quería meter gol: quería que la furia roja ganara sufriendo. Cada segundo es una hora. 90 y 3 minutos. Y segundos. La desesperación no es por ir ganando, sino por asegurar el pase a la final. ¿Final? ¡Sí, final! Todo se convierte en resonancia, sístole, diástole. Silbato a la boca húngara. Incluso un instante, que es la medida más diminuta del tiempo, tiene miedo a que Alemania aún anot... Fin. España finalista. Se derrumban varios jugadores, fatiga de estrés y de carrera. Otros empuñan la mano en alto. Se abrazan todos. Y Carles Puyol, único anotador, terrible defensor, va y saluda de mano a los alemanes al terminar el partido. Caballero catalán, que agradece un gran partido. España, la que llamó en un partido mundialista a combatir el racismo; la que ni los reyes católicos ni franco pudieron unir en armonía, jugará la final contra Holanda. Gran duelo de armadas, de navíos. Dice el Sacerdote a Edipo Rey, al inicio de la tragedia de Sófocles: De nada sirven navíos y fortalezas tan pronto como los hombres han desertado de ellos. Hoy no desertó nadie. Ahí quedan las naves alemanas, flotando, destrozadas, a punto de partir.

Martes de realeza, Miércoles de Fe

1.El síndrome Holandés

Sala de edición en la Ciudad de México, Martes 6 de Julio

Nada peor que cantar un gol en silencio, que es casi como taparse la boca a medio orgasmo. El partido comienza en un televisor cuya antena ha sido sustituida por un cable y un clip. Los compañeros oficinistas comparten el gusto por el fútbol, igual que la vista del segundo piso hacia Avenida Revolución y el reclamo constante por la lluvia citadina. En el DF hasta la lluvia pesa. La estancia que alberga al departamento de cine, video y audiovisuales aparentemente se separa de los otros departamentos por una pared de vidrio, aunque no impedirá que se escuche ¡gol! de vez en vez. Hoy, villamelonescamente, hincho por Uruguay. Como muchos argentinos, tal vez. Aquí, lejos del Rio de la Plata y haciendo empatía, por 90 minutos, todos somos latinoamericanos. O casi todos. ¡Qué habría dicho Martí! Hablamos el mismo idioma que los uruguayos, pero en México no podemos andar pendejeándonos unos a otros sin temor a que nos respondan con una piña en la cara. En la cancha la esperanza de un gol queda anulada por un fuera de lugar. Éstos árbitros, como la FIFA misma, han dañado mucho al fútbol. Un arbitro lateral, avalado por su central, es capaz con una sola bandera de convertir una gran jugada en un abrupto y espantoso coitus interruptus. Pareciera que el partido navegará por tranquilas y tensas aguas, cuando la tranquila y tensa calma es sorprendida por un disparo holandés de 20 metros. ¿Qué más puede hacer un país que viaja por toda Europa en casas rodantes, que en economía tiene su propio “síndrome” provocado por exceso de riqueza y que cobija famosos coffee shops? Hurdir un golazo de 20 metros; la resonancia del gol de Van Bronckhorst ha despertado incluso a Rembrandt. Estar frente a computadoras, cables, máquinas de edición no necesariamente implica un trabajo sudoroso. Render es un término que aplica en arquitectura y edición de video. En video, render implica aburrición y paciencia. Quisiera pensar que en arquitectura también. A un compañero lo han citado a reunión a las 13 horas. Marcan las 13:40 y algo y la reunión no empieza. Quien sea que haya convocado a esa hora, dice alguien, merece pamba gallega. En todos está la cabeza: ¿y si empezamos la reunión más tarde? Nadie se atreve a sugerirlo y prefieren irse con el sabor en los ojos del gol de Van Bronckhorst. Lástima que, minutos después, Diego empata, con otra belleza cebada desde el más profundo Uruguay, el que hace poco dejó de llorar a Benedetti y que muy pronto volverá a suspirar. ¡Con tu puedo y con mi quiero, vamos juntos Compañero! canta Mario desde la tumba. Faltan pocos minutos para el fin del primer capítulo. El gol, de tan bueno, tuve que cantarlo. Por fortuna estoy de paso y no trabajo aquí. Las repeticiones son algo maravilloso, concluyo en voz alta y sé que he sonado demasiado ingenuo, a juzgar por la miradita que me echó uno de los compañeros, que por cierto ya viste una playera naranja que dice Holanda. La cámara lenta nos susurra que el pasto se puede mezclar con la sangre. ¿Por qué hinchar por Uruguay, además de ser latinoamericanos? No lo sé, respondo. ¿No es más atractivo ir contra natura, contra pronósticos y quinielas? Sólo en el futbol las promesas del primer capítulo terminan por cumplirse en el segundo. Casi siempre. Cuando la trama se extiende mucho, sea bueno el guionista o no, se resume en tiempos extras. Y si al guionista se le olvidaron cabos sueltos, siempre quedarán los penaltis. Hoy no fue así. Por el campo izquierdo, atacando Uruguay, Pereira sostiene una y otra vez, como el personaje de Tabucchi. Nada. Luego Diego, pero de apellido Forlán. Tiempo 65. Juega en el Madrid. Nadie es perfecto. Toma el balón. Limpia el balón, como Piazzola limpiaba su bandoneón. Tira. ¿Volverá a girar el balón, a medio camino, convertirse en gol, hacer saltar a América? Nada. Minutos después, al otro lado de la cancha, un joven Sneijder, agresor en el primer tiempo y que no fue amonestado, mete un discreto pero elegante gol en fuera de lugar, desviado por una pierna uruguaya. Sneijder. Dos veces señor árbitro. Usted nació en Uzbekistán, “señor” árbitro y pitó el partido inaugural. Nos regaló un fuera de lugar, recuerdo yo. Gracias, ya es su especialidad. Unos minutos después viene otro gol. Robben aprovecha que los uruguayos hoy no se sirvieron el vigésimo mate del día y que las injusticias sí duelen. Tres goles. La nación de Onetti, Galeano y Francescoli esperan otro Forlanazo, pero el héroe aquí ya no es Diego... ni Maradona, ni Forlán. Qué cagada che. Para nuestro mal, o mejor dicho, para mí mal, la señal abierta es mejor en el canal 2. En éstos momentos mi desesperación la comparto con los 11 que buscan y buscan quitarse de encima la telaraña que les ha echado encima la naranja. ¿A quién le importan los comentarios del “perro”, tan culinarios, tan llanos... Y entonces el 3-2. Todo cambia por unos instantes. Pereira, de tanto que sostuvo, sostiene y anota. Tiempo de compensación. 92 minutos. Sí se puede en uruguayo. Entre las nubes negras se abre un hueco. Ya no es un 3 a 1 imperialista, koninlijke; es un 3 -2 esperanzador, resistente. ¿Cuántos dientes y cuántos músculos se habrán apretado en esos últimos segundos? (Casi) Todo Uruguay hincha por el último jugador, el que cualquier técnico guarda para el final: El Milagro. Todos lo invocan, alientan, cantan; azules, sus enteros 11 intentan una y otra vez romper la barrera naranja. La desesperación charrúa se llena de esperanza. El árbitro pita. Todo termina. Algunos músculos comienza a distenderse. Pero no, el árbitro indica: vuelvan a jugar, faltan algunos segundos. Atole con el dedo, diríamos en México. Una bocanada de oxígeno. Ya dejamos de ser todos latinoamericanos. Algunos ya cambian la camiseta. El que vestía la naranja confiesa que sí la iba a Uruguay en el fondo. Cabrón. Claro, necesitaba que yo lo afirmara orgullosamente para compartirlo. Termina al fin el partido, después de una gambeta arbitral. A todos nos hizo tapar la tumba, destaparla y volverla a tapar. ¿Qué clase de fútbol se jugará en Uzbekistán? Ya no esperamos que la copa se quede en América sino en nuestro idioma. Mientras tanto, las venas abiertas de Latinoamérica quedan esperando. Y como cantó Zitarrosa en su mítica guitarra negra, Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"...

domingo, 4 de julio de 2010

Deutschland über alles, o el llanto de Maradona

Futón en una habitación con techo de madera. Morelia. Sábado 3 de Julio.

Despierto en la mañana del sábado no para encontrar que hemos muerto en este mundial, pues Diego ya se había ufanado tan porteñamente de ello, sino qué (mejor aún) despierto para encontrar que nuestro verdugo está siendo llevado a ciegas y de la mano al paredón. Alemania, entre tantas grandezas que incluyen a otro Dios, pero de la música y de primer nombre Ludwig, inventó, para horror de la humanidad pero para bien de los estrategas, la blitzkrieg. Y hoy lo reiteró. Han de pasar sobre todos, rápido y sin chistar. Me encuentro, incoherente, festejando los goles alemanes. Será que desde la mortandad, que es donde mejor vivimos los mexicanos, no acostumbramos hinchar por los alemanes, aún cuando por más de cuarenta años fuimos los más fieles devotos de los otrora democráticos volkswagen. Hasta nos apropiamos les cambiamos del nombre, es difícil hablar alemán y más fáciles decir vocho. Han pasado unos minutos después de las 9. Aún no viene la blitzkrieg. Es el primer tiempo en el que me esfuerzo por quedarme despierto para seguirlo. Imposible. En mí la disciplina ni con zapatos entra. Anoche, como manda la religión que profeso, fue noche de viernes de cervezas y vodka y música y madrugada. La noche de las cervezas tristemente devino a la noche de las conversaciones ajenas. Y terminó siendo la noche de los bostezos. El 1er tiempo, inevitablemente, es de ronquidos y sueños. Afortunadamente una neurona que guarda cordura me viene a despertar a las demás con un telegrama: de último minuto ¡Despierta! ¿cuándo vas a volver a ver un partido de cuartos de final entre Argentina y Alemania? Cuatro años son muchos años si de mundiales se trata. El olor a tabaco entretejido con la ropa aún es soportable. También la boca seca y amarga. Lo que no es soportable es buscar desesperadamente una transmisión digna, encontrarla y, por alguna mágica razón de la tecnología, escuchar la narración en inglés que la televisión magnavox ha decidido. Me prometí jamás escuchar el mundial en inglés, por muy insoportable que sean los comentaristas mexicanos. Amarillos o tricolores, da igual. Lo cierto es que ellos narrarán lo que muchos esperan en el fondo, buitres de la desgracia ajena: ver llorar a Maradona. ¿A qué sabrán sus lágrimas? Se habrá preguntado algún ocioso. Quince minutos antes de terminar el partido la cámara se dirige al otrora Dios que vestía la 10, al que profetizaba de forma independiente en Nápoles, al que aspiraba kilómetros de coca y que doblegaba en México 86 a Inglaterra como nadie jamás. Su barba es tan contrastante como su ánimo: de los gritos eufóricos, de la soberbia, a los encendidos ojos que tintinean, casi imparables. ¿Oh sonrisa, a dónde vas? dijo el poeta Rilke. // La deutsche máquina ya es imparable al 2o tiempo. Cuatro goles a cero provoca alegría en muchos mexicanos, aunque sonríen otros muchos en silencio. Algunos trabajarán en la embajada argentina. Seguramente mascullan y en discretos papelitos se inventan nuevas frases como: Alemania que mata Argentina, cien años ha de perdón. Recuerdo entonces a Gaspar Noé. Director cinematográfico argentino que emigró a Francia. Filmó “Irreversible”. Inundó de tristeza la sala. Y al final de la terrible historia acompañó sus imágenes con un allegretto beethoviano, la 7a., segundo movimiento, convirtiéndolo en pieza fúnebre. Mi mente delira: ¿cómo habría sonado éste allegreto en el estadio donde se despedía de los mundiales, probablemente para siempre, a Maradona? El allegretto fue compuesto por el mismo Ludwig que respondió alguna vez ante los reclamos de un violinista sobre la dificultad de ciertas notas: Cuando estoy componiendo escucho que Dios me dicta las notas, ¿usted cree que me voy a preocupar por un simple violín? Esa es la costumbre alemana, la de Alemania sobre todo(s), la de construir majestuosamente, ya sinfonías, ya goles. // Adiós muchachos, compañeros de mi vida, canta el fantasma de Gardel. Paf, se acabó - resume Cortázar. Y antes de que el árbitro por fin pite el final y termine de echar el último puñado de tierra sobre la nueva tumba, imagino a Oliveira y la Maga charlando en París como si fueran seguidores del mundial y de nuestros últimos días. Oliveira, tomando mate, enciende un cigarrillo, exhala y dice con melancolía: Qué mal le ha ido a Argentina estos últimos días che, primero Cerati, y luego ésto.

domingo, 27 de junio de 2010

Grieve en inglés, aflicción en mexicano

Aeropuerto de Monterrey, Terminal C. Domingo 27 de Junio.

Por alguna inexplicable razón pienso que Colón dudó, instantes antes de desembarcar en hoy América, si habría acertado en su pronóstico. Eso mismo pasa entre un 1er. tiempo y otro, cuando empiezo a escribir ésto, aún cuando el marcador sea 2 – 0, dos en contra de millones de esperanzas, 2 en contra de cientos de horas-espera y el clamor popular de “hacer goles y no sándwiches”. Yo pronosticaba un marcador a favor de México. Cuarenta y cinco minutos después había terminado la espera del resultado final, un apaciguador 3 – 1, distensor muscular, que trajo todo de vuelta a la normalidad. Los pasajeros siguieron embarcando. Hacia Las Vegas, Acapulco, Tijuana. Antes de sufrir los 90 minutos comentaba con mi compañera argentina de expectación de partido: Lo terrible no es saber que vamos a perder... si no saber que podríamos ganar. Los aeropuertos son algo muy parecido al mediotiempo y mi imaginada llegada de Colón a América: no sabemos realmente cómo terminará todo. ¿De dónde sacaré yo esperanzas y fe ciega? me pregunté, si hace mucho dejé a dios en la banca. Por suerte la esperanza no viene desde la pantalla chica, que se ha agrandado mucho últimamente. La mejor conclusión de México en Sudáfrica 2010 es que aún la bandera es tricolor. Mi compañera embarca y yo tengo que cambiar de terminal. Salir al calor de Monterrey es como ir de la mano de Virgilio. El desierto no se queda en el desierto, también viene a las calles y a las banquetas. Un regio solitario se cruza en mi camino. “Nos shingaron” comenta buscando en mí una respuesta, cualquier palabra que seguro será solidaria. “Pos ya que” respondo y me vuelvo a preguntar cómo es que no puedo decir algo más coherente, alentador, irónico o sencillamente un enunciado más largo. Será que así termina todo Mundial cuando el equipo se embarca a casa. Lippi se embarcó de regreso a Italia y asumió toda responsabilidad. A Domenech seguramente lo embarcará Sarkozy a la legión extranjera. En México la ley (que no el pueblo) la ejerce dócil y vehemente un reportero de barras amarillas: ¿En qué fallo Aguirre? Y nada más. Aguirre responde con un fútil “en muchas cosas” y el resto sigue igual. ¿Irá ante el congreso? Y de vuelta el partido en su segundo tiempo, cuando Tévez firma con un balde de agua helificada. El momento es asfixiante y empero, contra toda razón y con todos los santos reunidos en la banca, aún latía la esperanza. Juan Villoro lo resumió puntualmente en el semanario Proceso, como casi todo lo que resume: Un chicharito no hace un verano. Efectivamente: Un chicharito sólo salva la honra. Y la salva de zurda. Ahora termino de entender que en México no hay un Dios sino muchos santos. También termino de entender que es más saludable acabar en cuarto partido que temblar esperando un quinto, alemán. Aún con un gol anulado a favor, Alemania parece a ratos tener a Hitler en las regaderas. A partir de hoy la afición mexicana se dividirá entre embajadores deportivos que apoyarán a los equipos de habla hispana que aún quedan. Preferible perder contra Argentina que contra Estados Unidos, recordó un espontáneo aficionado con bermudas y lentes oscuros. Otro aficionado: con los gringos fuera, ya no importa nada. Antes de iniciar el partido decía Jimena, la pequeñita compañera argentina que ahora festeja discretamente su triunfo: vos me vas a perdonar si ganamos. A botepronto pensé algo que seguramente es tan fuera de lugar como la jugada que nos estocó primero: pero nosotros sí tenemos un Nobel de literatura. Tras ese primer (polémico) gol casi la unión hizo la fuerza. Se arremolinaron los jugadores, increpando, reclamando justicia, paradójicamente en un país que se come diarios sándwiches de injusticia. Apenas segundos duró una esperanza de anulación que provocó uñas en los dientes. Por instantes rozamos la anulación del primer gol. Y volví a preguntarme: ¿Realmente tiene sentido abogar por una decisión unilateral, respaldada por una Federación Internacional que se niega a evolucionar y a creer que la tecnología no es cosa de seres humanos? Casi tuvo sentido el reclamo. Luego vino la aflicción y en consecuencia la serie de eventos desafortunados. Sólo una bocanada de Hernández y varios intentos, también desafortunados. Luego la aflicción, resolutoria, de saberse de vuelta a casa, de hacer maletas y no sándwiches, de “haber muerto de pie y no de rodillas”. La aflicción de haberse sostenido con las muletas del conejo. Casi lo misma aflicción que habrá sentido Lampard cuando horas antes él y toda Inglaterra veían que uno de los mejores tiros del mundial sí entraba... pero el árbitro lo negaba.