miércoles, 7 de julio de 2010

Martes de realeza, Miércoles de Fe

1.El síndrome Holandés

Sala de edición en la Ciudad de México, Martes 6 de Julio

Nada peor que cantar un gol en silencio, que es casi como taparse la boca a medio orgasmo. El partido comienza en un televisor cuya antena ha sido sustituida por un cable y un clip. Los compañeros oficinistas comparten el gusto por el fútbol, igual que la vista del segundo piso hacia Avenida Revolución y el reclamo constante por la lluvia citadina. En el DF hasta la lluvia pesa. La estancia que alberga al departamento de cine, video y audiovisuales aparentemente se separa de los otros departamentos por una pared de vidrio, aunque no impedirá que se escuche ¡gol! de vez en vez. Hoy, villamelonescamente, hincho por Uruguay. Como muchos argentinos, tal vez. Aquí, lejos del Rio de la Plata y haciendo empatía, por 90 minutos, todos somos latinoamericanos. O casi todos. ¡Qué habría dicho Martí! Hablamos el mismo idioma que los uruguayos, pero en México no podemos andar pendejeándonos unos a otros sin temor a que nos respondan con una piña en la cara. En la cancha la esperanza de un gol queda anulada por un fuera de lugar. Éstos árbitros, como la FIFA misma, han dañado mucho al fútbol. Un arbitro lateral, avalado por su central, es capaz con una sola bandera de convertir una gran jugada en un abrupto y espantoso coitus interruptus. Pareciera que el partido navegará por tranquilas y tensas aguas, cuando la tranquila y tensa calma es sorprendida por un disparo holandés de 20 metros. ¿Qué más puede hacer un país que viaja por toda Europa en casas rodantes, que en economía tiene su propio “síndrome” provocado por exceso de riqueza y que cobija famosos coffee shops? Hurdir un golazo de 20 metros; la resonancia del gol de Van Bronckhorst ha despertado incluso a Rembrandt. Estar frente a computadoras, cables, máquinas de edición no necesariamente implica un trabajo sudoroso. Render es un término que aplica en arquitectura y edición de video. En video, render implica aburrición y paciencia. Quisiera pensar que en arquitectura también. A un compañero lo han citado a reunión a las 13 horas. Marcan las 13:40 y algo y la reunión no empieza. Quien sea que haya convocado a esa hora, dice alguien, merece pamba gallega. En todos está la cabeza: ¿y si empezamos la reunión más tarde? Nadie se atreve a sugerirlo y prefieren irse con el sabor en los ojos del gol de Van Bronckhorst. Lástima que, minutos después, Diego empata, con otra belleza cebada desde el más profundo Uruguay, el que hace poco dejó de llorar a Benedetti y que muy pronto volverá a suspirar. ¡Con tu puedo y con mi quiero, vamos juntos Compañero! canta Mario desde la tumba. Faltan pocos minutos para el fin del primer capítulo. El gol, de tan bueno, tuve que cantarlo. Por fortuna estoy de paso y no trabajo aquí. Las repeticiones son algo maravilloso, concluyo en voz alta y sé que he sonado demasiado ingenuo, a juzgar por la miradita que me echó uno de los compañeros, que por cierto ya viste una playera naranja que dice Holanda. La cámara lenta nos susurra que el pasto se puede mezclar con la sangre. ¿Por qué hinchar por Uruguay, además de ser latinoamericanos? No lo sé, respondo. ¿No es más atractivo ir contra natura, contra pronósticos y quinielas? Sólo en el futbol las promesas del primer capítulo terminan por cumplirse en el segundo. Casi siempre. Cuando la trama se extiende mucho, sea bueno el guionista o no, se resume en tiempos extras. Y si al guionista se le olvidaron cabos sueltos, siempre quedarán los penaltis. Hoy no fue así. Por el campo izquierdo, atacando Uruguay, Pereira sostiene una y otra vez, como el personaje de Tabucchi. Nada. Luego Diego, pero de apellido Forlán. Tiempo 65. Juega en el Madrid. Nadie es perfecto. Toma el balón. Limpia el balón, como Piazzola limpiaba su bandoneón. Tira. ¿Volverá a girar el balón, a medio camino, convertirse en gol, hacer saltar a América? Nada. Minutos después, al otro lado de la cancha, un joven Sneijder, agresor en el primer tiempo y que no fue amonestado, mete un discreto pero elegante gol en fuera de lugar, desviado por una pierna uruguaya. Sneijder. Dos veces señor árbitro. Usted nació en Uzbekistán, “señor” árbitro y pitó el partido inaugural. Nos regaló un fuera de lugar, recuerdo yo. Gracias, ya es su especialidad. Unos minutos después viene otro gol. Robben aprovecha que los uruguayos hoy no se sirvieron el vigésimo mate del día y que las injusticias sí duelen. Tres goles. La nación de Onetti, Galeano y Francescoli esperan otro Forlanazo, pero el héroe aquí ya no es Diego... ni Maradona, ni Forlán. Qué cagada che. Para nuestro mal, o mejor dicho, para mí mal, la señal abierta es mejor en el canal 2. En éstos momentos mi desesperación la comparto con los 11 que buscan y buscan quitarse de encima la telaraña que les ha echado encima la naranja. ¿A quién le importan los comentarios del “perro”, tan culinarios, tan llanos... Y entonces el 3-2. Todo cambia por unos instantes. Pereira, de tanto que sostuvo, sostiene y anota. Tiempo de compensación. 92 minutos. Sí se puede en uruguayo. Entre las nubes negras se abre un hueco. Ya no es un 3 a 1 imperialista, koninlijke; es un 3 -2 esperanzador, resistente. ¿Cuántos dientes y cuántos músculos se habrán apretado en esos últimos segundos? (Casi) Todo Uruguay hincha por el último jugador, el que cualquier técnico guarda para el final: El Milagro. Todos lo invocan, alientan, cantan; azules, sus enteros 11 intentan una y otra vez romper la barrera naranja. La desesperación charrúa se llena de esperanza. El árbitro pita. Todo termina. Algunos músculos comienza a distenderse. Pero no, el árbitro indica: vuelvan a jugar, faltan algunos segundos. Atole con el dedo, diríamos en México. Una bocanada de oxígeno. Ya dejamos de ser todos latinoamericanos. Algunos ya cambian la camiseta. El que vestía la naranja confiesa que sí la iba a Uruguay en el fondo. Cabrón. Claro, necesitaba que yo lo afirmara orgullosamente para compartirlo. Termina al fin el partido, después de una gambeta arbitral. A todos nos hizo tapar la tumba, destaparla y volverla a tapar. ¿Qué clase de fútbol se jugará en Uzbekistán? Ya no esperamos que la copa se quede en América sino en nuestro idioma. Mientras tanto, las venas abiertas de Latinoamérica quedan esperando. Y como cantó Zitarrosa en su mítica guitarra negra, Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: "Uruguay for export"...

No hay comentarios: