domingo, 4 de julio de 2010

Deutschland über alles, o el llanto de Maradona

Futón en una habitación con techo de madera. Morelia. Sábado 3 de Julio.

Despierto en la mañana del sábado no para encontrar que hemos muerto en este mundial, pues Diego ya se había ufanado tan porteñamente de ello, sino qué (mejor aún) despierto para encontrar que nuestro verdugo está siendo llevado a ciegas y de la mano al paredón. Alemania, entre tantas grandezas que incluyen a otro Dios, pero de la música y de primer nombre Ludwig, inventó, para horror de la humanidad pero para bien de los estrategas, la blitzkrieg. Y hoy lo reiteró. Han de pasar sobre todos, rápido y sin chistar. Me encuentro, incoherente, festejando los goles alemanes. Será que desde la mortandad, que es donde mejor vivimos los mexicanos, no acostumbramos hinchar por los alemanes, aún cuando por más de cuarenta años fuimos los más fieles devotos de los otrora democráticos volkswagen. Hasta nos apropiamos les cambiamos del nombre, es difícil hablar alemán y más fáciles decir vocho. Han pasado unos minutos después de las 9. Aún no viene la blitzkrieg. Es el primer tiempo en el que me esfuerzo por quedarme despierto para seguirlo. Imposible. En mí la disciplina ni con zapatos entra. Anoche, como manda la religión que profeso, fue noche de viernes de cervezas y vodka y música y madrugada. La noche de las cervezas tristemente devino a la noche de las conversaciones ajenas. Y terminó siendo la noche de los bostezos. El 1er tiempo, inevitablemente, es de ronquidos y sueños. Afortunadamente una neurona que guarda cordura me viene a despertar a las demás con un telegrama: de último minuto ¡Despierta! ¿cuándo vas a volver a ver un partido de cuartos de final entre Argentina y Alemania? Cuatro años son muchos años si de mundiales se trata. El olor a tabaco entretejido con la ropa aún es soportable. También la boca seca y amarga. Lo que no es soportable es buscar desesperadamente una transmisión digna, encontrarla y, por alguna mágica razón de la tecnología, escuchar la narración en inglés que la televisión magnavox ha decidido. Me prometí jamás escuchar el mundial en inglés, por muy insoportable que sean los comentaristas mexicanos. Amarillos o tricolores, da igual. Lo cierto es que ellos narrarán lo que muchos esperan en el fondo, buitres de la desgracia ajena: ver llorar a Maradona. ¿A qué sabrán sus lágrimas? Se habrá preguntado algún ocioso. Quince minutos antes de terminar el partido la cámara se dirige al otrora Dios que vestía la 10, al que profetizaba de forma independiente en Nápoles, al que aspiraba kilómetros de coca y que doblegaba en México 86 a Inglaterra como nadie jamás. Su barba es tan contrastante como su ánimo: de los gritos eufóricos, de la soberbia, a los encendidos ojos que tintinean, casi imparables. ¿Oh sonrisa, a dónde vas? dijo el poeta Rilke. // La deutsche máquina ya es imparable al 2o tiempo. Cuatro goles a cero provoca alegría en muchos mexicanos, aunque sonríen otros muchos en silencio. Algunos trabajarán en la embajada argentina. Seguramente mascullan y en discretos papelitos se inventan nuevas frases como: Alemania que mata Argentina, cien años ha de perdón. Recuerdo entonces a Gaspar Noé. Director cinematográfico argentino que emigró a Francia. Filmó “Irreversible”. Inundó de tristeza la sala. Y al final de la terrible historia acompañó sus imágenes con un allegretto beethoviano, la 7a., segundo movimiento, convirtiéndolo en pieza fúnebre. Mi mente delira: ¿cómo habría sonado éste allegreto en el estadio donde se despedía de los mundiales, probablemente para siempre, a Maradona? El allegretto fue compuesto por el mismo Ludwig que respondió alguna vez ante los reclamos de un violinista sobre la dificultad de ciertas notas: Cuando estoy componiendo escucho que Dios me dicta las notas, ¿usted cree que me voy a preocupar por un simple violín? Esa es la costumbre alemana, la de Alemania sobre todo(s), la de construir majestuosamente, ya sinfonías, ya goles. // Adiós muchachos, compañeros de mi vida, canta el fantasma de Gardel. Paf, se acabó - resume Cortázar. Y antes de que el árbitro por fin pite el final y termine de echar el último puñado de tierra sobre la nueva tumba, imagino a Oliveira y la Maga charlando en París como si fueran seguidores del mundial y de nuestros últimos días. Oliveira, tomando mate, enciende un cigarrillo, exhala y dice con melancolía: Qué mal le ha ido a Argentina estos últimos días che, primero Cerati, y luego ésto.

1 comentario:

inmoral dijo...

Yo también sentí un allegreto cuando Maradona hizo su tango. Salud para Cerati y enfermedad para Diego, que así sea...