lunes, 2 de abril de 2007

Estos días, parte 2

Hubieron tiempos mejores para estas casas, dice el intendente del municipio mientras pateo una piedra que va a dar hasta el zaguán de una casa y golpea estrepitosamente la lámina. Afirmo con un desabrido mh mh, mientras un par de borrachos se acercan a saludar. Me cuesta trabajo creer que el sol maldito del mediodía no haya tumbado todavía a estos. Vayan con Dios, los despide amablemente el intendente y la señora del número 76 nos sonríe mientras cruzamos por el frente de su casa. El polvo que se levanta tras barrer nos hace toser, pero aún así el intendente va a saludarla de mano y preguntarle por su madre enferma. Pocos días. Sigo pensando en la respuesta mientras pedimos la cerveza en la barra. ¿Qué será eso de tener pocos días de vida? Al intendente le vuelven a servir un mezcal y ¿para mí? creo que ha sido suficiente. La noche se ha quedado fría. El intendente se ha besuqueado con las dos prostitutas y me cuesta trabajo regresar al hotel. Incluso no recuerdo cómo regreso. Al despertar reviso las fotografías en mi cámara y no recuerdo quiénes son las personas que he fotografiado, saludando al intendente, saludándome a mí, brindando con nosotros. Tampoco recuerdo la mujer cuyos labios han manchado el lente de mi cámara... incluso desconozco las manchas, no había visto el corpiño. El intendente yace en el suelo, aún borracho. El interrogatorio intenta hacer una secuela de las acciones aunque en realidad no tengo las respuestas a todo. Supongo que la gente desaparece, así, sin dejar rastros de sangre. El intendente se quedó en la cantina y yo me regresé a pie hasta mi hotel. No señor, le juro por mi madre que no recuerdo más. Ahora tendrán que traer a otro intendente, claro. No será fácil señor, me dice el sargento. Claro. Es que usted sabe, ya van tres en el año que desaparecen y después cuesta trabajo que alguien quiera ser intendente. Claro, digo.

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