martes, 25 de septiembre de 2007

A peticion tuya

Si he cerrado la ventana y reducido la potencia de la luz, ha sido sólo a petición tuya. Igual que narrarte este cuento que inicia con una ventana cerrándose y un inevitable viaje a la oscuridad de mi habitación, al retumbar del silencio entre cuatro paredes: norte y sur, sur y norte. Si, acaso, mi mano se quedara callada a la mitad de tus ojos, será también a petición tuya, lo mismo que silenciar a mitad de la página, que es la mitad de este cuento, justo cuando nos confundimos de mano, de protagonista, incluso de narrador. El hecho estricto de que el cuento continúe como una hoja que va cayendo a lo largo de la noche, que caiga sobre tu espalda o sobre tu vientra, será, única y solamente, si tú lo pides. Si vuelves a cerrar los ojos y te concentras lo suficiente, este cuento será un fragmento de tu vida. Y también (a petición tuya) el cuento seguirá infinitamente hasta que, cuando lo pidas, tomes la mano del que lo escribe y pidas el punto final.

jueves, 13 de septiembre de 2007

Un cuento de copias

Últimamente mis días se han vuelto en un ejercicio de copiarlo todo. A la mañana tengo que copiar correos electrónicos que tengo que reenviar a mis colegas trabajadores. Después tengo que copiar discos y dvd’s y enviarlos a otros colegas para que ellos a su vez hagan sus copias a quienes las necesiten. Por la mañana copio las actitudes de los que trabajan a mi lado y tomo café y como galletas igual que ellos. Cuando salgo a la calle copio los sonidos de los otros autos y tocó el claxon frenéticamente, igual que los automovilistas que están a mi lado. En casa copio las recetas de cocina que me heredó mi mamá y abro las mismas latas de sopa y preparo las mismas pizzas de microondas. Por la tarde copio lo que hacía mi papá cuando estaba vivo y veo la televisión hasta que copio su forma de quedarme dormido en su sillón, babeando mi hombro izquierdo. En la noche copio los recados de las llamadas que se quedan en mi buzón de voz y los teléfonos en papelitos blancos. Cuando salgo por la noche copio la voz de mis hermanos y hago citas con su nombre. Al llegar a un bar copio la forma de vestir de Abel, mi hermano menor, y a su novia le gusta cómo lo copio. A la mañana siguiente mi jefe copia la forma de regañar de mi jefe anterior y utiliza las mismas palabras para decirme que he llegado tarde por 3ª. vez consecutiva y que tiene que correrme. Entonces yo salgo a la calle y copio lo que sucedió la semana pasada, milimétricamente vuelvo a entrar a mi oficina y a sentarme en mi sillón, pero los guardias de seguridad copian lo aprendido en los cursos de capacitación y me llevan preso a las cárceles que los carcelarios han copiado por décadas. Ahí dentro la luz se copia a sí misma diariamente, hasta que después de meses un abogado que copia a su maestro mas sagaz apela a mi libertad copiando las palabras “demencia” y “transferencia” e “institución mental” y después de copias y copias de oficios y firmas hago lo que nunca he hecho: salgo libre, sin copiar a nadie.