domingo, 25 de febrero de 2007

La muerte de otros pájaros

No me gusta lo que siento cuando muere un pájaro. Es casi infernal. Casi tan infernal como las imágenes de los niños cayendo, uno a uno, hacia un río, justo antes de ser cadáveres. Los pájaros me conmocionan más. Lloro al ver uno muerto. Siento escalofríos. Sudo. No me gustar sentir todo esto cuando muere un pájaro, porque siento que mi muerte se acerca. No quiero morir. Cuando miro plumas de pájaros a la entrada de mi puerta, siento un presagio, siento que ronda un evento infortuito, un accidente. Por las noches, cuando escucho a los gatos merodeando, imagino que alguno de ellos habrá atrapado un pájaro por la tarde. No me gusta imaginar a un gato atrapando un pájaro, o al mismo pájaro estrellándose contra mi ventana, o un niño acertándole una pedrada al ojo de un pájaro. Cuando miro los árboles por la tarde y pienso en los niños con sus resorteras, tampoco me gusta, pero prefiero aventarlos al río que escuchar los alaridos de las pedradas, que es infernal, pero no tanto.

No hay comentarios: